Cartas de Agua – Francisca Khamis & Maia Gattás

Maia Gattás Vargas y Francisca Khamis Giacoman se conocieron en Cisjordania en 2019, donde Khamis Giacoman estaba realizando una residencia en Birzeit y Gattás Vargas viajaba filmando escenas de su documental Viento del este (2023). En este proyecto de intercambio de cartas, se proponen entablar un diálogo buscando abordar distintas memorias en torno al agua en el territorio de Palestina ocupada.

Para llevar a cabo esta iniciativa, tomarán archivos heterogéneos vinculados a este territorio: documentos históricos, fragmentos de películas como Port of Memory (2009) de Kamal Aljafari, y Salt of This Sea (2008) de Annemarie Jacir; archivos personales, que contemplan memorias de sus familias en diáspora (cartas, fotografías, relatos pertenecientes a la historia oral, etcétera); y registros propios que han realizado en sus viajes por Cisjordania, Palestina.

Proponen establecer un formato de correspondencia que facilite el inicio de un proceso de intercambio visual y textual. En este enfoque, la correspondencia no sólo se concibe como una técnica de archivo, sino también como una herramienta para entablar un diálogo activo con el archivo personal, enriquecido por la interacción con la memoria, el intercambio amistoso y la conexión con otras fuentes.

Las cartas irán apareciendo a lo largo del tiempo, haciendo de la publicación un proceso en crecimiento, donde no rige la inmediatez. Las cartas, originalmente redactadas en español, incluirán también su traducción, con la consiguiente pérdida que esta pueda conllevar, lo cual formará parte integral de la publicación.

Carta #1: Las películas

25 de enero de 2024, Bariloche, Argentina

Amiga

No te veo desde 2019. Tengo el recuerdo de que el día de nuestra despedida en la plaza Al-Manara de Ramallah, me hiciste probar una fruta nueva, no recuerdo su nombre, era rosada y espinosa por fuera y blanca y suave por dentro.

Estabas haciendo una residencia en Birzeit, trabajando con las historias de tu tía abuela Labibe. Creo que aún conservo un archivo con su voz en algún disco externo de aquella época.

También recuerdo que fuimos juntas al mar Muerto, viajando a dedo. Creo que dudamos durante mucho tiempo si esa parte de la playa a la que fuimos era una zona palestina o israelí. Las imágenes y sonidos que filmé aquella tarde están hoy al final de Viento del este, mi película. Ahí digo: “Palestina tiene tres mares: el Mediterráneo, el mar Rojo y el mar Muerto”. En una versión anterior de la voz en off decía: “tenía tres mares” en lugar de “tiene”, pero me pareció más acorde con mi posición política poder decir que aún le pertenecen. Cuando proyecté mi película en Londres en octubre, una chica del público me dijo que ese final estaba en sintonía con la canción que se canta actualmente en las manifestaciones por Gaza en todo el mundo: “From the river to the sea Palestine will be free”, esa frase que causó tanta polémica y censura. Acá, en Argentina, no cantamos eso en las marchas por Palestina, así que yo no la conocía, pero me alegró mucho saber que mi documental -que fue fruto de un trabajo de muchos años y que recién se estrenó en 2023- hizo eco con el presente.

La primera película que vi sobre Palestina fue en el año 2012 aproximadamente, su nombre es La sal de este mar. En esa época yo no sabía nada sobre el país de mis ancestros y fui a ver la película buscando información. Todo me resultaba confuso y críptico. Recuerdo que Soraya, la protagonista, quería llegar al mar y para eso debía entrar con Emad, su amigo palestino, de forma ilegal a Israel. Generosamente Annemarie Jacir, su directora, me cedió un fragmento de su película para que forme parte de la mía. Es la escena en que Soraya se adentra en las aguas del meditarráneo, por la zona de Jaffa, la ciudad donde estaba la casa de sus abuelos. La cámara está al ras del agua y nos hace sentir a los espectadores como si nos fuéramos a mojar. Ella nada en el mar pero al mismo tiempo no puede disfrutarlo porque está enojada.

Años después, en el Festival de Doc Buenos Aires, conocí al cineasta palestino Kamal Aljafari. En su película Port of memory (2010) también aparece el deseo y la nostalgia por el agua perdida. También filmó en Jaffa, un lugar que para los palestinos se convirtió en símbolo de desposesión y exilio.

Aljafari toma un fragmento del musical israelí Kazablan (1974), donde aparece la canción Yesh Makom (Hay un lugar), interpretada por Yehoran Ga ‘om. En esa escena, el protagonista se encuentra atrapado entre las imágenes del mar del pasado y el del presente. La forma de palimpsesto temporal siempre me pareció la manera más justa de experimentar el tiempo -¡quizá porque leo demasiado a Walter Benjamin!-. Cuando lo conocí, Kamal me contó algo que atesoro y que nunca voy a olvidar: me dijo que solía ir a la orilla del mar Mediterráneo a recoger escombros y azulejos de las casas palestinas destruidas por el Estado de Israel. Le gustaba conservar esos restos, esos recuerdos materiales fragmentarios que traen las mareas.

Maia

Carta #2: Ver el mar 

22 de Enero, 2024, Concón, Chile

Hola amiga

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Porque no sé a qué hora del día leerás esto. El tiempo pasa, pero lo que hace sentido de la humanidad sigue igual.

Así parte John Berger su lectura de Letters from Gaza de Ghassan Kanafani. 1

Empecé a escribirte esta carta sentada frente al mar pacífico de Concón. Siempre he querido que el mar sea parte de mi paisaje, pero desafortunadamente nací y crecí en Santiago. Y la verdad no tengo conciencia de cuándo fue la primera vez que vi el mar. Cómo sientes aquello que nunca viste? Una concha de loco en la oreja para imaginar juntas aquello que nunca pudimos tocar. 

Toda esta agua al frente mío y detrás incendios que no paran de crecer. Pensar en el poder del agua. Un chorro de agua cae desde la quebrada junto al edificio, el único espacio donde no pueden construir. Ese chorro de agua evita a las inmobiliarias destruir ese terreno, ese mismo chorro de agua podría estar ahora mismo evitando todas aquellas casas que se están incendiando en este momento en Valparaíso. 

Pienso en el agua como el archivo, como ese chorro que pasa y cambia el territorio para quienes vienen a habitarlo después. 

Hace ya 5 años que nos encontramos en Palestina, donde llegué hace 11 años por primera vez; impulsada por esas historias que tanto escuché sobre un territorio que no sentía parte mio. Mi primer viaje estuvo guiado principalmente por dos fotos: La primera, donde aparecen mis parientes sentados en lo que pareciera ser un almuerzo en el campo, en Al  Makhrour. La segunda es una foto de mi abuelo parado en el muro en Haifa junto a otra persona, frente a uno de los 3 mares que Palestina tiene. 

Esa primera vez que fui a Palestina fue en el 2014. Crucé por Jordania donde estuve alrededor de 8 horas esperando que me dejaran cruzar. Los soldados israelíes me preguntaron de todo, de todas las maneras posibles. Al principio con algo de paciencia y al final con bastante violencia. Ahí fue cuando ellos me reconocieron como Palestina y cuando ese territorio se sintió también parte mía. 

No he visto La sal de este mar. Pero tu relato sobre Soraya me hace pensar en María. En mi estadía en Beitjala, en la casa de mis parientes. Familia que yo no conocía, pero que me recibieron como una de sus hijas. Me armaron una cama al lado de la de María, mi prima menor. En ese tiempo ella tenía 18 años y nunca había visto el mar. Cuando llegué, ella me contó que estaba esperando hacía unos meses su permiso para “cruzar” a Israel. Luego de una semana, el permiso llegó. Entonces planeamos una ida a Tel Aviv, a ver el mar. Cruzamos el checkpoint en bus después de varias horas, a pesar de la cercanía. Llegamos a la estación con una primera misión: comprar un traje de baño para María. Yo venía con la idea radical de no dejar ni un peso ahí, pero la vida es diferente cuando en realidad pasa. 

Encontramos un lugar en la estación, ella sacó un par de trajes de baño y se metió al probador. En eso, el vendedor me pregunta de donde soy y le dije de Chile y mi prima dijo de Colombia (donde parte de su familia vive hoy). Después de unos minutos en silencio, no me contuve en decir, pero somos también Palestinas. Cambió su cara y nos empezó a gritar diciendo que él le disparaba a los palestinos. Agarramos nuestras cosas y nos fuimos corriendo de ahí. 

Fuimos a la playa sin traje de baño, y la primera visita al mar con sabor amargo me hizo entender que la vida en diáspora forma una identidad que no siempre calza con la de quienes aún viven ahí. Vivir escuchando el mar desde una concha de loco, no siempre te hace entender los peligros de las marejadas. 

Sobhi al-Zobaidi’, About the Sea, 2007, still. Available from: https://vimeo.com/94484957

Volviendo a Kanafani, la frase que envía con tanta rotundidad a Mustafá en la carta desde Gaza me da la vuelta: “No, me quedaré aquí y no me iré nunca.”

Después de leer tu carta, me quedé pensando en el palimpsesto y justamente ayer un amigo me compartió una cita de Susan Sontag que me hizo acordar de ti: “El tiempo existe para que no ocurra todo a la vez… y el espacio existe para que no te ocurra todo a ti”.

Te mando un abrazo amiga mia, 

Hay muchas cosas que me quedan por decir, más chorros de agua para las próximas cartas. 

Francisca

Carta 3: La unión de los ríos

8 de febrero 2024, Bariloche, Argentina

De un incendio a otro incendio, de un río a otro río.

Acá, en la Patagonia, donde vivo parte del año, cada verano hay nuevos incendios, muchos de ellos son intencionales. Hace un par de semanas perdí la vista que tengo en mis ventanas a causa del humo que trajo el viento. (Yo perdí mi vista, pero el bosque perdió miles de hectáreas!).

Me acuerdo que unos pocos días antes te había mostrado por videollamada la montaña que veo desde mi escritorio, pero ese día ya no se veía nada. Se había perdido el horizonte, la amplitud a la cuál me acostumbré. Esa noche me costó dormir. Era como si hubiese perdido el sentido de la orientación y también tenía miedo que mientras dormía el fuego avanzara.

Por suerte vivo frente a un arroyo que conecta dos lagos: el lago Gutierrez con el lago Nahuel Huapi (el más grande de esta región). Los arroyos son también cortafuegos. En el libro de una poeta de mi ciudad, Graciela Cros, que leí el otro día dice: “Un cortafuegos es un espacio de terreno que no posee ningún tipo de combustible, de esta forma los incendios forestales no se pueden esparcir.

Existen cortafuegos naturales, artificiales o creados. Los naturales son simplemente un terreno con escaso o ningún tipo de vegetación, como los ríos; los artificiales pueden ser carreteras; y los creados son hechos por los bomberos durante el incendio, deforestando el área seleccionada”.

El arroyo que corre enfrente de mi casa, no solo impide el avance de un incendio, también, como decís en tu carta, impide que se construyan más casas en esa zona, es decir, gracias a él aún tengo mi vista abierta y despejada.

Me pregunto ¿Cuál es el cortafuego de Gaza? ¿Cuál es el límite? ¿Cómo podemos construir un cortafuego (cease fire!?). Quizás el mar meditarráneo en las costas de Gaza más que un cortafuego actúa como causante del incendio. El otro día unos amigos de mi madre le dijeron que cuando termine la “guerra” se van a mudar a Israel porque “les gusta vivir cerca del mar”.

A veces me gusta visualizar los territorios a través de sus mapas hídricos. Imaginar cómo se conectan todas las aguas, cómo todas están relacionadas. Con mi película intenté unir tres territorios importantes para mi historia a través de circuitos de agua: partiendo por los múltiples estados del agua en Bariloche (nieve, arroyos, lagos, lluvias); pasando por el gran Río de La Plata en Buenos Aires, donde mi padre murió ahogado en un accidente, y finalmente llegando al Río Jordán en Cisjordania, lugar de donde proviene el significado de mi apellido paterno: Gattás, que significa “buzo” o “bautismo”. 

Quería construir un mapa audiovisual afectivo y acuático. Me obsesionaba pensar cómo hacer convivir visual y sonoramente estos paisajes tan distantes. Entre el río Jordán y el río de La Plata hay 12,896 km de distancia; Entre el río de La Plata y el arroyo frente a mi casa en Bariloche hay 1,594 km. Si bien ambos territorios tienen en común que fueron -y aún son- nombrados como “desiertos”, para así poder ser colonizados, la vegetación, los colores de Bariloche y Palestina son muy distintos. Verdes y azules predominan en mi paisaje cotidiano y colores tierra y amarillos en el territorio de mis antepasados. Para la investigación de mi película busqué miles de imágenes en Internet sobre el agua en Palestina. -descargar archivos en mi computadora es una de las cosas que más me gusta hacer, puedo pasar horas!- Y en esa búsqueda frenética encontré estas fotos aéreas en el sitio de Library of Congress dentro de la colección fotográfica de Eric and Edith Matson:2

Tiempo después, en el Archivo General de la Nación de Argentina, encontré una pieza audiovisual sobre los ríos de la Patagonia, su similitud estética me pareció asombrosa y este video terminó siendo parte de mi documental:


Parece que la conexión con el río Jordán no es sólo visual, navegando por los ríos infinitos de Internet, llegué a un dato que me puso la piel de gallina: el primer nombre del río de La Plata fue Río Jordán. El conquistador Américo Vespucio, en 1502, le otorgó ese nombre erróneamente.

Carta 4: Miedo al olvido

12-20 de abril de 2024, Santiago, CL / Amsterdam, NL

Hola Maia,

Recuerdo la primera fruta que probamos juntas. Parecía una pitahaya, pero en mi memoria también era una tuna.

Fruto de tuna de Ancash, Perú by Edgar Amador Espinoza M.

Esta carta va así: Fragmentos de notas que te he escrito y que no he podido unir en un todo coherente. Me resisto a pensar que estas cartas las escribo para publicarlas. Quiero escribirte, pero no puedo evitar pensar en aquellos otros que accederán a estos textos y de qué manera lo harán. En inglés y saltándose partes. Esta cuarta carta la escribo para ti y para mí, y para nuestros recuerdos.

Hoy quiero archivar dos cosas: las tunas y mi miedo al olvido.

Cuando leí tu carta y tu reflexión sobre los colores de los paisajes, recordé un mito que se escucha aquí en Chile en relación a la magnitud de la diáspora palestina.3 La típica pregunta de por qué llegaron a Chile. Una vez me dijeron que una de las razones era el clima y la similitud en la agricultura; en ambos lugares se cosechan cactus y tunas. Ayer comí la primera tuna  del año que venía de Tiltil. Busco en Google la distancia entre Al Makhrour y Tiltil: 13.225 km.

Mientras la comíamos, estábamos viendo las noticias nacionales. Toda la pantalla era roja y naranja. El fuego consume el territorio, transformando las casas en cenizas y escombros, y en mi mano, coponcito de los Andes, bordada de agujitas, agua del desierto.4 Nuestras ciudades arden y en mi mano, hay un pequeño manantial, un cortafuegos natural.  

Tuna corta fuegos. ¡Corten el fuego ya!

En Gaza, el agua de lluvia también pertenece a Israel. En Chile, el agua está privatizada desde hace décadas. Hoy nos llega otra noticia: desapareció el jardín botánico de Viña del Mar. Árboles de 200 años, una laguna con fauna, senderos en una selva valdiviana y preciosos eucaliptos. Todo calcinado. 

Si tocas las tunas pueden dañarte la piel, pero guardan y protegen lo que nos da vida. Resistir y hacer daño parecen inseparables.  

Dar al-Fata al-Arabi, 1986, The Palestinian Alphabet, poster 5

Estaba buscando en el palarchive (del museo palestino), y encontré este cartel del alfabeto palestno. Ahí se ve el dibujo de un cactus para ilustrar la letra “S” por “sabr” que en árabe significa paciencia o perseverancia y se han convertido en un símbolo de resiliencia para el pueblo palestino.

En Chile usamos la expresión estar como tuna, para decir que alguien está en buenas condiciones físicas, como si no le hubiera afectado el paso del tiempo. 

¿Quién archiva el trabajo del archivador? En Jerusalén, visité un lugar llamado Khazaaen, donde Alaa Qaq, quien trabaja ahí, me abrió la puerta. “Khazaaen”, me explicó Alaa, “significa armarios, y eso es lo que tenemos”. Cada persona que contribuye tiene un armario para guardar su legado. Este material conserva la memoria colectiva de toda una comunidad, revelando diversos hechos históricos y alteraciones a lo largo de la historia social. El archivo, concebido como el agua, cambia para siempre el terreno que atraviesa, y Khazaaen es el cactus que actúa como cortafuegos natural, impidiendo que el paso del tiempo actúe como el fuego sobre la memoria, quemándolo todo. Esos armarios nos salvan de ese miedo al olvido.

  1. https://www.youtube.com/watch?v=_msusYXQIfc  ↩︎
  2. Fueron fotógrafos dentro de The American Colony, 1881-1934. ↩︎
  3. Se cree que los palestinos en Chile (en árabe: فلسطينيو تشيلي) son la mayor comunidad palestina fuera del mundo árabe. Hay unos 6 millones de palestinos que viven en la diáspora, principalmente en Oriente Medio. Las estimaciones del número de descendientes de palestinos en Chile oscilan entre 450.000 y 500.000. ↩︎
  4. Tacita de los Andes, bordada con agujas, agua del desierto. Frase de la Tuna Tunita del poeta Cayo Santos Huamán ↩︎
  5.  https://palarchive.org/index.php/Detail/objects/233948/lang/en_US ↩︎

Maia Gattás Vargas

Artista visual, audiovisual, docente universitaria e investigadora.

Doctora en Artes. Línea de formación en Arte Contemporáneo Latinoamericano (UNLP).

Se graduó como licenciada en Ciencias de la Comunicación y Profesora en enseñanza media y terciaria (UBA).

Trabaja como becaria posdoctoral CONICET y como profesora de la materia Teorías de los Medios y de la Cultura en la Universidad de Buenos Aires.

Actualmente se encuentra desarrollando su proyecto de investigación Indagaciones atmosféricas en el Medialab de Matadero, Madrid (2021-2025).

En 2022 publicó su primer libro de artista Diario de exploración al territorio del color, editado por la Biblioteca Popular Astra de Comodoro Rivadavia.

Su primer largometraje documental Viento del este tuvo su estreno nacional en agosto de 2023 en el Festival Doc Buenos Aires y su estreno internacional en el Jihlava IDFF en República Checa, donde ganó el premio Original Approach.

Ha expuesto sus obras visuales y audiovisuales en distintas provincias de la Argentina (Río Negro, Buenos Aires, Tierra del Fuego, Córdoba, Santa Fé y Neuquén), y en países como Ecuador, Chile, Colombia, Canadá, República Checa.

Ha obtenido los premios: Bienal de Arte Joven de Buenos Aires, 2019; Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes, 2022. Becar Cultura del Ministerio de Cultura de la Nación, para asistir al IV Encuentro Iberoamericano de Trabajo, Arte y Economía en la galería Arte Actual de FLACSO, Quito, Ecuador. 2016.

Su obra artística aborda las relaciones entre imágenes, ciencia, paisaje, naturaleza e historia colonial. Realiza instalaciones de carácter archivístico que combinan video, collage, fotografías, documentos y escritura. 

Francisca Khamis Giacoman

Francisca Khamis Giacoman es una artista visual y diseñadora con base en Ámsterdam. A través de performances, instalaciones y obras audiovisuales, evoca historias de migración y las despliega en los límites de la ficción y la materialidad. Su investigación aborda el lenguaje, la producción de conocimiento y la accesibilidad a través de la circulación narrativa, centrándose en diferentes formas de (re)conocernos a nosotros mismos y a los demás.

Involucrada activamente en proyectos autoorganizados, Francisca fundó el “Museo del Perro * Honden Museum” en Ámsterdam (2023), co-fundó “Ediciones Rocas Shop” Cooperative Publishing House en Santiago (2017-22), C.I.A (Centro de Investigación Artístico) en Santiago (2013-15) y Espacio Estamos Bien, una cooperativa artística en Ámsterdam que organiza encuentros, publicaciones y exhibiciones. Actualmente, lidera el desarrollo de una iniciativa de apoyo para estudiantes no europeos en el Sandberg Instituut y la Gerrit Rietveld Academie.

Ha expuesto en Rozenstraat, Amsterdam; Extracity, Antwerp; Het Nieuwe Instituut, Rotterdam; Kunstverein, Amsterdam; PuntWG, Amsterdam; Stroom, The Hague; de Apple, Amsterdam; BPA Raum, Berlin; Stadium, Berlin; Bibliotek, London; Gold+ Beton, Cologne, entre otros.